Más de $37 mil, en promedio, gastó un afiliado al sistema público que adquirió fármacos durante el último mes, mientras que aquellos de isapres destinaron más de $54 mil.
El gasto de bolsillo en salud se refiere al monto que deben destinar las personas de su presupuesto, descontando las coberturas que obtienen de sus seguros médicos, para financiar consultas o tratamientos. Según diversos estudios, en este ítem Chile muestra una de las cantidades más altas entre los países de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE).
Este fue uno de los puntos que analizó una encuesta realizada por Fonasa, que profundiza cuál es el gasto de bolsillo de los chilenos en medicamentos, que suele ser uno de los factores que acumulan los mayores desembolsos sanitarios en las familias.
Cuando se le pregunta a la población si ha consumido medicamentos para tratar algún problema en el último mes, el 52,2% asegura que sí lo ha hecho. Lo más común es que esa receta se haya realizado en un consultorio (41,8%), seguido por un hospital público (20,2%), una clínica (17,8%) o una consulta particular (17,7%).
Incluso, cuando en el caso de los afiliados al sistema público pueden retirar gran parte de los medicamentos que les recetan en consultorios u hospitales, lo cierto es que según el análisis, el 62,6% aseguró que tuvo que comprar alguno de los medicamentos que consumió en el último mes en una farmacia de manera particular.
En total, de acuerdo con el estudio, los pacientes que compraron medicamentos en el último mes y que son beneficiarios del sistema público tuvieron un gasto de bolsillo en fármacos que asciende a $37.967, aunque en mujeres se eleva por sobre los $40 mil. Mientras que los afiliados al modelo privado gastaron en promedio $54.891.
Germán Vera, economista y académico del Departamento de Epidemiología y Estudios en Salud de la U. de los Andes, señala que »un mayor gasto en medicamentos implica que hay menos presupuesto familiar para otros gastos en salud, siendo los ítems más relevantes, después de medicamentos, las consultas dentales y las consultas médicas».
Agrega que »cuando vemos la composición de este gasto en medicamentos, los ítems más grandes se los llevan aquellos para el sistema nervioso y para el sistema digestivo. En ambos casos se trata de medicamentos mayormente paliativos para dolencias que no pueden ser cubiertas a tiempo por el sistema de salud; por lo mismo, una menor presión monetaria sobre los medicamentos puede aumentar la disponibilidad de presupuesto para consultas médicas que, a su vez, disminuyan el uso de medicamentos paliativos».
Uno de los puntos más inquietantes de la encuesta realizada por Fonasa es que el 11,3% de las personas dice haber dejado de consumir algún fármaco recetado en los últimos seis meses, debido a no tener suficiente dinero para comprarlo.
Jean Jacques Duhart, vicepresidente ejecutivo de Pro Salud, afirma que, a diferencia de lo que sucede en otros países de la OCDE, en Chile »el gasto en medicamentos aún no es bien cubierto financieramente por los seguros de salud, lo cual es una anomalía, pues los fármacos prescritos se entienden en todas partes del mundo como parte integral de los tratamientos de salud que deben seguir las personas, y no como un bien de consumo más, que las personas deben procurarse por su cuenta, acudiendo a las farmacias y pagando con sus propios medios. Esto es tan absurdo y atípico como sería pedirles a los pacientes que antes de entrar a una cirugía vayan a arrendar ellos mismos una camilla a la esquina».
Según Héctor Sánchez, director del Instituto de Salud Pública de la U. Andrés Bello, »el gasto de bolsillo es uno de los principales problemas, después de las listas de espera, que tiene el sistema de salud chileno». Si bien añade que se han explorado opciones para disminuir este gasto, »el único camino que termina resolviendo este problema es que se incorpore el gasto de medicamentos ambulatorio en el plan de salud que tengan los chilenos; no hay otro camino. Esto produce varios efectos: primero, disminuye el gasto de bolsillo, por lo que reduce la inequidad en el acceso al sistema de salud; segundo, se elimina la probabilidad de que una persona abandone un tratamiento porque no cuenta con los recursos; tercero, baja el costo de los medicamentos, porque son los seguros los que presionan por la baja en el precio; y cuarto, se masifica el uso de bioequivalentes».